miércoles, 28 de mayo de 2008

Fallo de un soneto


Es el escribir sin miedo, sin reparos, leer en las palabras el silencio del alma. Si algo tiene alma, y no me refiero al alma de Platón, no, hablo del alma esa que se piensa, que se nombra, si algo la tiene es el café.

Cuando se busca la esencia de la cosa, se debería buscar el olor, el sabor, el arrebato del café; el café y la letra, el empuje de la mano sobre el papel.

Tratas de respirar y no puedes, sabes que lo haces pero ya no respiras como antes, y ese antes existe ahora que lo añoras, si, te das cuenta que te gustaban tus viejas bocanadas de aire.

Cuando la idea no aguanta llega la palabra, no hay idea difusa, hay lenguaje insuficiente, tajado, incipiente.

Escribir es como tomar aire al nadar, pulmones faltan para seguir. Jamás me ha gustado lo que escribo, ahora es distinto, estoy siendo escrita, porque las palabras hablan, yo solo las sigo, como hipnotizada.

Una caldera caliente, bufando, cenamos. Podemos olvidarlo.

No hay nada más humanizante que la palabra. El peso de lo que dices, extraño pasajero de este tren sin vagones.

Es como si cada articulación hubiese estado sujeta por un hilo púrpura, el hilo fue tirado, se lo ha llevado un zapato y ahí van tus meñiques, los que jamás sirvieron para nada, los que flotaron en la taza, se va también tu brazo, todo se despedaza, para eso era divisible para despedazarse.

Una chicharra canta, pareciera nuestro canto. No soy yo, no eres tú, es eso justo del medio.

Tu carne en mi hueso, mi aliento en tu sudor. Un grotesco baile a destiempo, un remolino de lava. Caliente, penetrante, el hastío del tiempo.

Escribiré un libro, el mejor compendio de ocio, para que tu recuerdo me borre, para que mi fuga se extinga.

Desnuda la rodilla cruje, el placer de lo frágil, el sostén de lo decadente.

Y ahora este cuerpo resulta pequeño para todo lo que me palpita. Iré con Morfeo a conseguir el cuerpo de un gigante, será mío, este cuerpo no sirve, quiero el gigante, quiero masa, músculo, arterias, quiero estirar la piel hasta sangrar.

Estoy en él, lo duelo, y ahora me voy, no soy cuerpo, me he convertido en asfalto, caliente y seco.