martes, 15 de febrero de 2011

Son de los idos.

Los días son intransigentes, este mes ha sido una locura de inicio hasta hoy. Quiero mandar cartas a tus manos. Leías mis palabras en el periódico, alguien te las leía. Se fue mi voz, se fue con vos.
Trato de recordar la tuya, pienso en todos los aparatos que permiten congelar vidas. Al menos eso simulan. Poco me importa ya la estructura. No escribo para nadie, ni siquiera para mi. O quizá y me engañe y esto es todo para mi.
Una ventana abierta para todos, la posibilidad de que cualquiera urge en esta letra que está tan muerta como la voz.
No, mi letra vive y vive en vos.

Besé tu frente en el cajón, me desesperaba la idea de que te metieran en ese pedazo de tierra, luego me consolaba con tu resurreción, con esa que me enseñaste desde que decidí ser monja y renuncié por un televisor.

Escucho tu risa en mi silencio, escucho tu tos en mi tos. Te fuiste y dejaste tus achaques, y me fascina padecerlos, me siento cerca de ti, padeciendo-te.

Enfermo de tu ausencia. Enfermo de mi memoria borrosa. Enfermo de tristeza.

Me he enfermado de ti para sentirte viva.

martes, 8 de febrero de 2011

De a poco las voces quedan lejos ya. Subo esas escaleras que tiempo atrás parecían eternas,son las mismas por las que acompañaste los primeros de mis pasos. Subo despacio, queriendo y no ir a tu encuentro. Los colores,las manchas. Me digo en silencio "ella está en el sillón, sonriendo, con sus lentes puestos" por fin llego a la estancia, veo de frente tus santos, la que te traje del Distrito Federal hace no se cuantos años cuándo pensaba que la virgen era tu madre, cuando sabía que el mejor de los regalos era una imagen. Hoy tu eres la mía.

Sería un abuso querer más, sería un exceso pedirle más. Con respeto -aún no sé de que- hurgo entre tus cosas, trato de encontrar tus olores. La ropa no huele a ti, los libros no huelen a ti, la colcha no huele a ti. ¿Dónde se quedó tu olor?.

Como locomotora busco en mi memoria todo lo que tenga tu nombre, tu voz, tu piel. Encuentro el cajón de tus cosas secretas, no quiero tocar nada, solo meto mi nariz, como si de catar vino se tratáse, se me doblan las piernas. Ahí está, lo encontré, tu olor. No, no es el tuyo, es el de tus cosas.El olor de tus secretos, ahora sé perfectamente dónde.

El cajon de tus zapatos, el sonido.

Abro de a poco el cajón de tus peines -silencio- lo tomo con cuidado como si fuesen tus propias manos, le lloro a un peine frente al tocador.

Y de repente los objetos son reliquias, las palabras leyes de vida.Tus dichos, tu sonrisa.

La oración tiene tu voz.

Que no se me muera tu olor. ¿Me desquicio de nostalgia? No, es solo tu habitación. Y estas ganas de que ayer fuera mañana.