jueves, 30 de septiembre de 2010

Las ballenas cantaban en nuestras noches, Buda en tu ventana. El chorro de agua fría que calmaba a brinquitos hasta acostumbrarme y entonces si darme la mejor de las duchas. Una semana (dirían ellos) vivimos nuestro mundo. Lo más cercano a eso que aún no me atrevo a imaginar. Nos hicimos pedazos – no, de pedazos estábamos hechos- dijeron ellos, que un par de ollas exprés no pueden estar juntas, que soñamos demasiado y confundíamos lo cotidiano con lo certero. Hiciste de esos metros nuestra casa.

Mi cepillo de dientes acariciaba la cintura del tuyo. Mis cremas y tus tenis. Nos hicimos el amor sin profanar los pudores. Desnudamos noche a día nuestras miradas, jugamos a suspender los tiempos y amarnos como esos que no tienen un mañana.

Disparaste inclemente y yo bailé entre tus sábanas. Me dejaste brincar en tu colchón como una niña mientras Cortázar susurraba algo en tu oído. Leímos de noche y dormimos de día. Tomamos las quimeras y danzamos en la azotea.

Cuando uno se enamora del poeta, la poesía es carne viva. Cuando él se enamora de la bruja, los conjuros son de pura risa.

Cuando la tierra me tragaba ofreciste una orquesta de locura, la escuché contenta.

Te aborrecen, te detestan a mi lado. Es que ellos –los de allá- jamás podrán ver los mundos que pintamos. Temen por mí, y yo sé que tu musa es una mujer lejana, ninguna de las que han ocupado tu cama.

Ahora eso no importa querido, no hay en mi nada que quiera atarte, guayaba y estrellas. El soñador con piel que delata. Suspendimos las historias y coreamos las histerias. Hoy nuestras veredas se topan, sin prisas, sin esperas.








miércoles, 29 de septiembre de 2010

Con un movimiento en brusco desperté, la certeza de tu muerte se quedó en esa curva. No sabría si fue uno o veinte minutos, pero tuve la certeza de que habías muerto. Lo más extraño es que era un recuerdo, había olvidado tu muerte, ese segundo (s) recordé que te echaba de menos. Después llegó eso que llaman presentimiento, más bien un post/sentimiento . Quise saberte, de ti, de tus rumbos. No tenía miedo, otra cosa.

No sé qué pasa. No confío en lo que post miento. Quizá son mis ideas que se revuelven con recuerdos y visiones. Se ha abierto la ventana, el tiempo de orear el corazón, dejarlo al viento para que recupere su olor. Sin fantasmas. Estamos en la línea dibujados como dos sombras que se encienden y apagan sin darnos cuenta cual fue quién.

Cada invierno celebro tu vida. No tiene importancia si esto suena bien. Una paloma, una nube, el tren, lo que quieras enviar. Cascabeles y Nogales. Dilo, dime entre sueños que estás ahí, vivo.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Vi. Bien. Viento.

A veces se me olvida el truco que llevan los llamados opuestos. Esa línea que los enreda y los hace más cercanos de lo que creemos. La prisa esconde una calma tan profunda que pareciera inimaginable. La idea constante es solo un velo que cubre todo aquello que se encuentra por debajo de los nombres. El cuerpo lleva hasta ese lugar que se alcanza en repetición. Tranquilidad. Han sido dichas tantas cosas que olvido el por qué de llegar ahí. La espalda en voluntad. El vientre responde sin dudar. La leche fría –como cuando era niña- en tragos lentos.

No tengo prisa. Olvidé que alguien más me dijo que debía apurarme. Hoy doy un paso, hoy bebo agua y vuelvo a llenar de flores la sala. Macaria me observa desde la cama. Me cuida. Me aguarda.

Tan cercano, tan al alcance de mi mano que olvido que está. Lo que se tiene frente a los ojos –aún no sé cuales- se pierde a la vista. Es necesario abrir el cinito y ver por ese otro que guardo en lo cotidiano. Que mi memoria sea de una sed pausada, una sed que repita la calma. Que distinga sus pasos.

Mi cabello baila a voluntad propia, tan fragmentada que me siento entera. Los brazos, las piernas, el abdomen, el rostro, los dedos, las rodillas – esas que crujían-. No tengo miedo. Respiro. Recuerdo, solo basta tomarme –si, tomar.me- y vuelvo aquí.

Dejé de devorarme. Me llevo dentro.
Hay unos.




Algunos.
Los menos.
Los más.
...algunos -aún no sé donde- que saltan.
Hoy re.tomo eso que me dije aquella tarde en que se abrió la tierra y por poco me tragué.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Las busco. Las encuentro. Busco en sus rostros la respuesta a tus miedos. Bajo la lluvia y con los pies mojados me convertí en un monstruo sanguinario. Quería decirte –así, bien bajito- que no te haría daño.

Algo parecido a la intuición me dice que irás con ella. Conozco tus movimientos a la distancia.

Bruja. ¿Maga? No. Ninguna de las dos.

Al parecer, lo olvidaste, hoy, yo también podré.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Juega con las palabras.



Tu nombre.
en el es. El nombre, mío. Este. En espejo, es una canallada.

La daban por muerta

ella dijo NO

lunes, 6 de septiembre de 2010

Los violines anuncian Breathe ,la orquesta se esconde en la cocina. Sin letras la música es el primer lenguaje. El chelo anuncia la entrada. Ropas bajo la mesa. Recostada, las manos caen al vacio interminable que alcanza el suelo. Festín de sus dientes, la voz se ha fugado. Los ojos suplican que la devore entera. Que no deje rastro de lo que fue piel, de lo que fue carne. Que desgarre incisivo, sin piedad. Que mastique hasta el último trozo de lo que recorre el mantel. Los ojos abiertos, la boca apenas si se cierra. Los labios tiemblan. Las piernas también.

El recorre con los dedos su rostro, dibuja labios sobre la boca, hunde el índice en su garganta, Schubert se apodera de las paredes, recorre sus brazos, su vientre. Decide abandonar el comedor, se sienta en el sillón marrón. La observa. Los senos caen suaves, con la cadencia temprana de lo que aún no es sino más que un campo forastero. Disfruta verla tendida ahí, temblando las ganas de morir.

Una lágrima se escapa hasta el cabello. El voltea a la ventana, los pájaros comienzan la danza frenética que anuncia la partida del sol. Sus cuerpos cambian de color, son ocres, desierto en medio de la ciudad.
Su cuerpo asemeja las dunas por explorar.

El abre la boca para simular palabras que ella no es capaz de escuchar. Las ganas se escurren por los muslos. Él.

La violencia de los violines lo mimetiza con el sillón. Ha desaparecido. Ella. Ella reposa en el comedor, la cena que se enfría al calor del después.

domingo, 5 de septiembre de 2010

andanzas

Algo está pasando. De otros tiempos me invaden, siento sus flores en mi cabello. El olor de su café cuelga en mi ropa. La leña, el lodo, los muertos.
Tengo su sonrisa en la esquina del ojo, al otro lado del lagrimal.
Me tienen agarrada de los pies. El agua fría que recorrió mi trenza. Cuando fui aquella mujer que se comió la montaña.

Y respiro eso que solía llamar sin duda. Y me amotina la garganta la palabra que hoy, escribir cortaría.

No, no todo es sur. Yo sé del mío.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Entre otras cosas, respirar. Nunca te creí del todo. Y mal hubiera hecho si alguna vez hubiese creído entero lo que decías. Lo creí media hora, lo que durase la taza. Lo creí en la carretera, antes de las luces. Después llegó la sombra. Hoy el agua borra tus pasos. No sé ya qué creí cuando hablaba. Te gustaba pensar que yo era eso que encajaba con tus modos. Te encantaba creer que podía romperte. No. Aquí solo me rompí yo.

Y ya no hay más nostalgia en mis letras, si quieres verla adelante. No la hay. Lo que hay es una vieja costumbre. Como pararme en medio de la noche y tomar un poco de agua, no es la sed, no son las ganas. Son los pies que van directo al vaso, sin saber por qué lo toman.

Así te escribo hoy. Sin saber por qué. Sabiendo que no leerás. Porque mis letras son lengua muerta. Porque me es necesario a-sincerarme justo hoy. Hoy que intento recordar tu voz y no llega más que mi propia voz.
Esta noche escribo desde aquí -ese lugar donde alguna vez fui- para decir lo que he guardado en el silencio de las ocupaciones.

De lo que importó -cuando tenía miedo-al tomar-me.

Hoy me cuesta reconocer a esa. La que me observa lacónica.
Desde que las letras se guardaron entre el ruido de lo no importante. Cada vez más tiempo, cada vez menos fuga.
Nada, no pasa nada.
Y si quiero, si así lo quiero aún soy capaz de meterme las manos por los ojos y saber que aquí, en ese lugar todavía fuí.