sábado, 18 de octubre de 2008

Mi catrín



Hace una década, y es que ya puedo darme el lujo de hablar así sin entrar en paréntesis aunque quisiera, fui dónde los restos se escupen y aventé un útero enmohecido, unas esposas de mecate y no sé cuantas canciones. Al tiempo me arrepentí y quise volver a ese momento y haber dejado todo en su lugar, sin necesidad de dramas ni falsas despedidas. La realidad es que las cosas no necesitan estar en un cesto para ser basura, pero hay basuras que son más cosa que tú y yo juntos. Anoche escondí todo lo que me llevase a ti, no necesito nada más que el olfato y ya está. Huele a cirios y café de olla, huele a cempasúchil, si, a muerte es a lo que huele cuando la nariz te trae a mis labios, porque ese que viene está bien muertito, pero no como los que ya vienen en menos de un mes, no, esos se celebran, esos que con sed se toman lo que en vasitos dejamos regados por la casa, y tomamos champurrado, chocolatito y todas las “ches” aunque ya me las hayan borrado del diccionario, a mi me gustaba de niña decir: a, b c, ch, d e .. Porque si algo es México es una gran CH y a la chingada el que me diga lo contrario y el que lo diga que lo siga gritando porque aquí no se escucha nada, y cuando yo escucho también lo hago con che.
Pero a usted lo pondré echando los chicles pá fuera que aquí nadie lo quiere dentro, que aquí usted ya estorba mucho, y sus chafas chilletas se las puede ir tragando porque aquí nadie le cree ni un chorrito de lo que dizque dice.
Le iba diciendo, diez años ya de aquella tarde, meses más, meses menos, y ahora si chiquito, esto se fue directo al limbo. Ni muerto ni vivo, ahí traes todavía tus barbas pero eres maniquí de cartón, ojos de vidrio.
Este dos de noviembre iré al panteón, haré un agujero chico, lo que alcance con mis manos y ahí pondré todas las verdades que me dijiste cuando las dijiste diciendo lo que según tu podías decir, y como son poquitas sabrán acomodarse bien en su tumbita, tal vez te eche una que otra lagrimita, para no desentonar, una canelita que me abrace el corazón y ahora si que se murió.
Lo digo porque lo pienso, ya llegará el día en que tenga montones de hojas llenas de palabras que no serán en ti, que no sabrán a ti, que no querrán ocultar lo que aquí te vine a decir, a ti que no lees porque te da miedo, a ti que no ves porque se te voltearon los ojos, a ti que masticas la carroña de lo que fuiste y mataste a ese que tanto quise.
No, no ando de nostálgica, es solo que a mi me gusta mucho el día de los muertos, será porque todavía no tengo Mi muerto. Por eso pondré una veladora para ese que le digo señora, porque sin muerto queda el muertito, y el vivo que se vaya acomodando a un lado para que vea que no son raros los ratos que me pongo a decirte nada y cantarme todo, porque esta noche es noche de acariciar la palabra así de ladito, para sentir que la tengo y brinque en ratitos.

jueves, 2 de octubre de 2008

Paseos



Llegó la uñita de octubre, ahí está colgadita para que tu con un poquito de ganas le des una mordidita, la canija se pasea coqueta entre las pupilas dilatadas, todos quieren tenerla todos la quieren de grillo.
Me agarra de las orejas y me dice que vamos a pasear, que no tenga prisa, llegaré temprano a casa, antes de que ella duerma. Y pues yo entrada en valor me agarro de su colita y que nos vamos a las cantinas, se pone su vestido mas elegante, sensual movimiento de colores, se ha disfrazado de mujer, llega con el, lo mece entre sus cuernos, lo duerme sin su cuartito, los calores se suben, él la quiere besar – no corazón, no se trata de eso, vamos a bailar- y el se para y baila con ella, apenas si puede verla, las pupilas se deforman entre humo y norteño.
El acordeón suena cada vez más fuerte y el la acerca más y más a sus caderas, ella toma su sombrero y se acerca a mi que fascinada la observo desde mi silla. Me toma del cabello y me lleva de nuevo por la ciudad, se ha quitado su disfraz de mujer y me ha fundido con ella, vamos como una sola por las ventanas, somos una gitana bailando entre cortinas, alumbramos los sudores ajenos y sus alientos queman a nuestra luz, se toman más fuerte, se rompen sin piedad.
El frío no cala los huesos cuando hay un par de rodillas chocando con las tuyas, los ruido de los coches se pierden entre los susurros de almohada, y ahí los vemos desde la ventana, apenas si nos notan, sus pieles se han mutado, son un monstruo de pequeñas muertes, la cortina se corrió, el la siguió.