martes, 19 de enero de 2010

a-sincerado.

Aproximasen sus cuerpos cual si fueran viejos imanes endurecidos de placer.
Alejasen sus cuerpos hinchados de orgullo, ese que llega al fin de cada estación.
Cambiasen sus números y encontrasen viejos sonidos.
Hicieran, dijeran, callaran, guardaran, soltaran.
Las posibilidades que esconden al final todas y cada una de las palabras.
Pasar el pincel y recordar que son agua.
Manchas al principio del platón vacío.
Que invocasen el olvido decididos a controlar lo que no pueden nombrar.
Que las ciudades se invadieran de silencio, que los autobuses se atrofiaran, que la gente sonriera cuando lo sintiera – ciudad sin dientes-.

Por que les encanta caminar sueltos, a paso ligero, porque les encanta sentir que no sienten nada, porque la intimidad se desvanece en su frívola libertad.

Y decir entonces que las cosas están jodidas, probar la mierda y compartirla entre amigos, tirarse al vacío para sentir en la piel lo que se lleva en la entraña.

Y que ganas de reventarles la cara a patadas, que ganas de decir que me importa un carajo todas sus nimiedades, que ganas de ser ese monstruo que arrullo en los sueños.

Tan sencillo que sería decir – me cago en vos-.