domingo, 31 de agosto de 2008

La Jungla



Solo se necesita una pequeña valija, hagamos un recuento.
Par de botas. Listo.
Un vestidos. Listo. La mascada. Listo.
Hacer de tripas corazón. No tan listo.
Hace tiempo escuché en sus manos retorcidas los pasos huecos hacia la jungla. No había nada, se sabía distante de si, volteaba a verse y no se reconocía, mujer a medias, mujer sin eco.
Y ahora veo los tuyos, unos ojos casi cristalinos, me pareces una muñeca cómo con las que jugaba en la casa de los sueños. Esas muñecas inmóviles, rígidas, que no eran para jugar, eran para adornar.
Se me van las palabras, las miradas, no sé que decir, no sé ni como callar.
Su cuello echado para un costado, las manos torcidas hasta la deformidad, los hombros sin fuerza, la mirada vacía. Y cuando tomó forma fue con una oleada de furia, furia en el llanto, gritaba con lágrimas, que me lleven, yo no quiero irme. No hay fuerza ni para eso.
De repente las veo a las dos, tú tras de ella, puedo escuchar los tambores a lo lejos, salen de entre los matorrales, más títeres sin cuerdas, todos caminando hacia la nada, esa nada que solo entre ustedes conocen. Y yo soy un espectador, no te mentiré, he pasado por ahí, pero los tambores jamás me alienaron como lo hacen con ellos, como quizá lo hacen contigo; yo no tuve la fuerza para dejarme danzar. Tu baile macabro me congela la voz, soy un espectador sin lengua. Y tu danza es cada vez más fuerte, cada vez con menos gente, menos para mi, el mundo entero para ti.
El rostro es el mismo, la mirada no la encuentro.
Las torcidas manos te están jalando, y aquí viene el escalofrío, no puedo moverme, no puedo salir de mi escondite, si lo hago entonces si desaparecerás para siempre y no podré ni siquiera ser testigo de tu mutación. No sé que sería peor, gritar para que me expulses, o quedarme cual infértil testigo de espasmos ajenos.
Mira tus brazos, son como raíces que devoran el asfalto, yo solo veo como se desmorona el asfalto, y trato de brincar entre los pedazos, para que no te des cuenta de que se ha fragmentado, para que veas que aun puedo caminar sobre el.
Equilibrista de tus silencios, iré despacio entre la cuerda de tus cristalinos ojos, sé que todavía sientes uno que otro paso. Brincaré fuerte para que te tiemblen los míos.
Esos jodidos tambores que no paran, los escuchas aún, lo sé, tus dedos ya comenzaron a mutar.

¿Aún me ves? Dime en secreto si lo prefieres, no le contaré a nadie, lo juro por tu Dios.

jueves, 28 de agosto de 2008

Merienda




La misma roca, el mismo Schiele, un solo frutero.
Todo y nada es igual ante nuestros ojos. Podría ahora mismo tomar tu rugosa mano y postrarte frente a La Gioconda.
En este mismo instante cubrir con mis manos tu cansado rostro y destaparte como mi obra maestra frente a La Capilla Sixtina. Para ti es igual, con tal de que puedas contárselo a tus conocidos no tan conocidos. Aunque yo sé que si te pusiera ahí, frente a todos esos colores, con esas caras cayendo a tu nariz palpitaría hasta el mas aislado de tus poros.
Te creas frente a tus extraños, te peleas con ellos, un monólogo interminable habita en tu cabeza, desconfías hasta la médula. Y yo, con un poco de suerte puedo convencerte valiéndome de tu palabra sencilla y decirte: -Déjalo, tira todo ese dolor un ratito, vamos a tu tierra, enséñame tus caballos, tus escondites, quizá no existieron, pero tú les das más vida que tres corazones juntos-. Tu cabello es de hierba pura, tus manos huelen a maíz, tienes unas manos tan generosas. Te he buscado en todas las Sierras. Y la sierra está dibujada en tus labios.
Tus ojos se abren grandotes como paletas. La lluvia se junta toda en tus pestañas. Tienes una manera de conmoverte que me paraliza. Hablas tu propia lengua, hay que verte con detenimiento para lograr escucharla. Tienes en tu palabra la grandeza de lo sencillo. El punto justo de lo ingrávido. Y aquí voy de nuevo con mis palabrotas que no te dicen nada, o quizá te digan todo, porque tú tomas la palabra y la traduces a tu lengua, esa que se habla con mirada.
Un monumento a la vida en tus brazos. Tus pies son pesadillas con movimiento, enredadas, agazapadas. Sé bien que ellos guardan la memoria de tus viejos caminos ¿Será por eso que los escondes, para que no cuenten tus pasos añejos?
Huele a chocolate, huele caliente, vienen tus manos, llévame contigo, vamos a la raíz de todas tus comisuras, déjame probar. Enseñame la palabra sencilla, cuéntame todas tus mentiras, dame las verdades disfrazadas.

Si, una conchita para el chocolatito.
Prometo quedarme bien quietecita.

miércoles, 27 de agosto de 2008

Buenas costumbres


Pentagrama casi visible para la letra. Una desesperación por escribir. Y todo comienza así, al inicio uno cree escribir ¡Iluso! Si lo tomas con la seriedad que merece y osas entregarte a la palabra he de advertirte lo que ella hará contigo. Buscarás cual frenético animal algo, lo que sea. Tu propia piel si es necesario. Verlo, decírtelo. Necesitas que la idea se escurra y te lleve, es ella la que te da vida, la que te crea. Peligrosa es la letra. ¿Las has visto pintadas en tu pared? ¿Las reconoces?
Anoche me envolví en las suyas, dejé que me tomara como hoy espero te dejes tomar tu. Y temblé, el terror crispó mi piel. –No leas, déjalo ahí- lo cerraba y a los tres segundos me volvía a tomar.
Voy tachando mis letras, pentagrama visible sobre palabra sepultada. Hay momentos que siento como se fuga la locura en la punta de esta pluma, o quizá se manifieste. Me fugo yo, me presento entre letras, me soy con la dureza que se son los insectos.
Una vitrina para esconderme ¿Y si esto terminara? Si pasáramos al pabellón discreto, las nalgas al aire sobre todos los huecos. Animales repugnantes que disfrazan su pudor. ¡Oda a la vida! Revienta tus ropas y veme a la cara, tus ojos postrados en los ajenos. Estamos tomados de manos y hombros, los sexos no son mas que una insinuación.
Quita tu prenda y rompe la del vecino.
Carne y piel. Somos tan distintos que se nos juega a iguales. Sexos cubiertos de añejos pudores.
Veo esto: veo dos hombres y una mujer. Hablan, sonríen, se tocan. Ella insinúa su piel, ellos simulan no atención. Ahora los veo ahí, desnudos, seguramente no se acercarían tanto, o quizá se acercarían del todo, de todo lo que la piel permita.
Animales con palabras.

sábado, 23 de agosto de 2008

volcán



Un volcán. Dos arrebatos. Explosión.
No hay punto fijo en el que me dé cuenta y me meto los diez dedos a la boca, los juego todos.
Memoria selectiva, selecciono lo que quiero, lo que me conviene, como tu, como todos.
Prendo la televisión para no pensar, y al final sé que tengo que escuchar. Calmar el agua, templar la palabra.
Nadie me ha engañado, yo soy la que me invento historias, vieja maña que me he afianzado.
No más.
Si hubiese una venta de carne, no sé si me compraría. Tan contradictoria, tan volátil. No he puesto mi pie en el suelo, no aún, apenas si lo levanté de la última vez, no quiero, no quiero asegurar nada, ni lo inseguro.
Aún me duele la mandíbula, eso no está afuera, eso se siente. No sé que es lo que falta por decir, quizá aun no me lo susurro. Pronto lo haré o antes cae ella y entonces si nos fregamos, porque sin ella yo no hablo y sin mi ella no existe.
Otro sorbo de aire, llueve, como me gusta que llueva, si pudiera viviría ahí, en la lluvia, en los charcos.
Soy tierra húmeda, soy río voraz, caliente como la lava.
Me eres espejo, aún, no te has roto ni aunque yo quiera.
No quiero.
Pasión.
Guardo esa palabra, la veo en tus ojos, aunque tus ojos se busquen en otros.
No es eso lo que busco, encontré mi destazada valentía, me la devolviste. Ahora haz lo que te sea necesario, toma tus fantasmas, juega en una casa oscura y grande, aparecen y bailan a tu lado.
He aquí una serie de casualidades, todas amontonadas para poder descubrir mi piel joven en tu anciana cara. Tomamos lo que pudimos, comenzamos lamiendo, seguimos danzando. Nada ha sido modificado, soy tramposa, soy engañosa, soy una víbora escurridiza que se cuela en las historias para mutilarlas, para hacer de ellas a posteriori lo que convenga. Pero a ti no, a mi en ti menos.
Pelea como león por tu pasado, sigo desde la butaca aplaudiendo, mientras aplaudo pongo mi mano en la pierna izquierda de mi presente, la aprieto un poco, no para adueñármela, para que sepa que aquí sigo, a su lado, acariciándola, templando su paso. Voy entre gotas, entre tierra fértil de vientre ligero.
Fui frente a ti, cómo me he sido frente a la neblina.
Sigo nadando, el fondo del fondo del fondo no lo he buscado.


No lo es





La mañana me anunció lo que buscaría mas tarde. Lo real, los pelos bien quitados de la lengua. Comencé por lavarla, para saber si era cierto, para verla así, fuera y seca. Y justo en eso momento me devolví, salí dentro de mi boca y exploté el hueco.
Hay momentos en los que uno necesita dejar la metáfora, la palabra y tocar lo real, la entraña.
Porque solo la entraña muestra lo que existe, el vómito caliente de nuestra pesadez, de la mía carajo.
Así como todavía puedo saborearme lo que he devuelto al mundo, puedo saborearme también tu olor, la traigo aquí en la puntita de la nariz y mientras más la huelo más nausea me da.
Estoy haciendo eso que digo que no hay que hacer, y es que digo tantas estupideces a veces, que luego regresan y me abofetean.
Disfrutar lo que se vive, no pensar. Carajo yo siempre pienso, todo el tiempo estoy pensando y no por eso soy inconsecuente con mis palabras.
Así me tomo, con todas esas contradicciones entre las que nado, con Ra y Satanás, bailo entre sus piernas, me acuesto con los dos. Y me despierto sola, sola conmigo, hay veces en que preferiría una multitud en las sábanas para dejar de sentir mi piel y perderme en otras.
Hace tanto que lo dije… “no fuimos para estar, no somos para amar”. Me cito y me burlo, que idioteces puedo llegar a decir.
Y lo es porque puede ser para él, para el, o para ti. Para todos puede ser esto, para mí al final de cuentas.
La luz baja, estoy sentada en esta mesa verde, redonda, llena de cartas, sin ninguna ficha. Hace rato que te has levantado, y yo sigo aquí, viendo las cartas.
Pusimos la mesa, abriste tus cartas, yo mostré las mías.
Jugamos con las cartas expuestas, sin trucos, sin engaños.
De inicio sabía que tu mano era mejor que la mía y aún así aposté todo, o casi todo.
No te aposte nada.
Me aposté a mi y por mi iría al infierno y me traería de la mano mil veces.
Y lo que digo lo digo bien encabronada. Y no estoy encabronada contigo. Y no es necesario que te lo explique.
Estoy así conmigo, porque sé que lo que hago lo hago por mi, y que me reviento las entrañas con esta pesadez que cargo desde el día en que comencé a ver mis pasos, a sentirlos.
No puedo ya consolarme, he perdido la avidez de la autocompasión.
Y hoy la quiero, quiero tomarme fuerte entre mis brazos, besarme y decirme: “pobre, pobre de ti”. Y me doblo de risa, porque eso no soy yo, porque no puedo ni podré ser así jamás. Y si, aviento un “jamás” y lo hago porque hoy me lo aviento a mí. Sentencias para el verdugo.
Y en automático se me revuelve el estómago y eso si que me encabrona. Porque no hay cosa que deteste más que vomitar, bueno quizá si.
Dos veces van que no soporto más y me vomito a mi, salgo dentro de mi boca y estoy expuesta, la vasca en su pura esencia. Yo.
Y no quito nada, no quito ni un segundo de lo que estuve, no quito ni una palabra que dije, todas las dije con su peso, todas las dije honestas. Y escuché de la misma manera.
He ahí el núcleo de toda esta jaqueca, que lo sigo sosteniendo, que iría de nuevo al fondo del fondo de lo que ya no sabes más.
En espejo nos tratamos, ¿que pasa cuando ese espejo se rompe, cuando cae al suelo?
He de buscar otro, quizá no tenga rostro, quizá sea blanco, grande, frío.
Y gritaré hasta que tiemble la tierra, gritaré hasta que me trague la lengua, escupiré todo, no tendré compasión, no comprenderé nada.
No es mío.
Lo mío lo mastico yo y para eso no te necesito.
Estira la cuerda hasta que se rompa. La prefiero en pedazos que jugando a ser una sola, queda disfrazada en deidad.

Por favor, no trates de entender esto, solo hazme ese favor, porque esto no es para ti, ni para el, ni para ella, ni para nadie. Nunca lo ha sido. Si quieres, tómalo, aduéñatelo, son palabras y ya.

Esta mandíbula con memoria, esta quijada que grita es la que me lleva aquí. No puedo negarme, no puedo ocultarme y si lo intento aparezco como un cadáver recostado en la espalda.
Esta acidez en la traquea no creo que la quieras, esta quijada trabada no imagino que la puedas soportar. Así que deja de lado tus comprensiones y vuélvete a mi lado grita junto a mi, si quieres tragamos nuestras entrañas, dudo que sepamos a lo mismo.
Lloverán gargantas.





martes, 19 de agosto de 2008

Tiempo


....Acabo de descubrir como escribir para atrás, es difícil de explicar, solo sé que escribo para atrás.
Al fin tengo el poder del virtuoso tiempo, ese traidor, ese maldito traidor.
¿Quién traiciona? El que conoce.
Tan omnipresente he de sentirme que ahora el tiempo me conoce a mi.
¿Qué puede conocer ese de mí?
Si ni el se conoce, ni el se sabe.
Se pierde entre espacios y velocidades.
Ha sido jugado por todos, ha sido nombrado por los mudos.

¡GRITA EUNUCO!, ¡GRITA!
Burlesco espacio, ¿sabías que eres eso? Un castrado.

Existes a pesar de mi y yo existo justo en ti.
Pues ¡muérete!
Tu vida está en mi existencia, en mi no conciencia.
Y resulta que lo curas todo, ¡Qué prepotente y pedante eres!
Mudo contemplador de torturas, verdugo de silencios.
Y ahora resulta que tu alivias lo que escondes.
Tienes tantos dichos, tantas canciones, y todavía, yo.
Yo, imberbe intento de escritora, te dedico mis esbozos.
Te los GRITO.
Pues, ¡cúrame entonces! Estoy esperando, no me hagas perderte.
Anda, soberano emperador ¡Alíviame!
Tu lo curas ¿no es así?
Tu lo curas todo.
Lo cura . Cúralo
Tu Locura es todo.
Mi cordura .Te la llevaste.
Y ahora me dejas aquí, expeliendo toda esta rabia.

¿Querías curar, tiempo?
Pues toma esta enajenación, arrebata este delirio
¿Te gusta? Suculento ¿No?
Disfrútalo, escudriña estos mutados instantes de cordura.
Ya no estaré.
Tu, si estás o no......
Que más da.

lunes, 18 de agosto de 2008




Busco en imágenes aparentemente aisladas la respuesta, escarbo en mi tierra, no encuentro la raíz, parece un mapa a medias, flechas entre cortadas.
La soga envuelve el cuello, la mano tira la soga, la mano es movimiento, el movimiento es la idea, la idea es mi ausencia.
Reconozco bajo la capucha al verdugo, es mi rostro, tiemblo, aprieto los labios e intento que me vea, para que no tire la cuerda, para que la piedad llegue a sus ojos enfurecidos de indiferencia. Me soy espantosamente indiferente. Igual me da un revolver, dos palmadas o una guillotina. El punto de todo es el sonido de mi cabeza rodando a mis pies.
Puedo verme con los ojos casi blancos de presencia, la colérica evidencia de lo irrefutable.
-Mi cabeza rodará por mis pies, mi sangra mojará mis dedos- Radiante imagen del cese, como el pasto por la mañana, templado, mojado, silencioso.

Un estirón y bastaría para terminar con todo esto. Para iniciar la fusión, para seducir el respiro. ¿Qué mejor manera de hacerlo que apartarlo?
Volteo hacia un lado, ahí están mis ojos, rojos de violenta desesperación. No me veo, soy otra, no me reconozco, quiero tirar la cuerda, quiero que ruede la cabeza, hacha, pluma, no importa ya.

domingo, 17 de agosto de 2008

Magma


Impulso de sangre el que me lleva hasta el teclado. Anoche escribí con tu pluma, ya me hacía falta el tintero ficticio. Pero hoy escupo sobre un piano de cola, ¿puedes escuchar mis notas? Si no sucede, es porque nunca has entendido la música, ni la furia de la letra, la empedernida vehemencia de lo estridente, un montón de palabras grandes para no decirte nada, para no soltar ni un tajo de intimidad.
Sigo en do, llegas a mis ojos, se nublan, te vas.
Puedo verme en todos los espejos rotos que bailan por mi casa, brinco de uno a otro y me sé fragmentada, en pedazos, rebotando como un charco de luz.
-Más alto- me digo, y así bailo por la cocina, sin sonidos más que los de mis pestañas.
Siento el humo salir por mis dedos, siento el calor flotando en mi nuca –quiero más, quiero el estallido final- y no llega .Lo repito en mi cabeza.
Quiero saber hasta dónde soy capaz de llegar, hasta donde puedo estirar esto, emanar la gota de locura.
Veo mi páncreas rodar por la mesa, no es necesario que lo huelas, el se traga solo.
Y escribo en segunda persona para que me leas, para que te adueñes de esto, es tuyo ya, lo mío ha quedado atrás. Tu eres el “yo” que no he podido pronunciar, tu eres el “él” que me aterra encontrar, tú revolcando mis pasiones, Schubert templando el respiro final, es el día perfecto para callar, la noche perfecta para morir. Y cuando digo morir lo digo literal, no más sístole.
El vino caliente en las narices, la dulzura de los duraznos, la furia de los espárragos.
Hoy cenaremos de mi mano, pondré la sal en las uñas, no debe ser mucha, me he devorado los dedos. Puedes comer de mi rodilla, cruje para todos.
Vamos, pasa al salón, huele a tabaco, estamos a media luz, o a media oscuridad, no estoy segura aún.
-Lúgubre- diría el diccionario, y pasado esto se sentaría en el sofá; lástima que ya lo quemamos.
El ahínco de los violines nos destaza, bailamos y nos convertimos en bestias, bestias de mudez, bestias de sonido, bestias desnudas.
Soy tu mejor terror nocturno, soy la razón por la que aprietas la sábana esperando encontrar a tu madre, he venido a desatar tus demonios y aparearlos con los míos, mi cara se escurre como la cera, soy grotesco, asexual, visceral. Estoy preparado para carcomer tus entrañas, para jugarlas en la lengua hasta que se deshagan, como el mejor corte que jamás tragarás.
Y si no tragas es porque todo quedará dando vueltas en tu boca, la traquea no te servirá, no podrás degustar con el esófago, solo tu lengua te engañará, esa puta traidora que juega a lo normal. Esa PUTA.
Mentiras todas las que me pintas. Mentiras todas las que te escondo.
¿Quieres la verdad más pura? Soy tú, en un tiempo que no hay nosotros, soy tú en el justo momento en que cierras los ojos y aprietas los oídos, para no ver, para no escuchar. Sabes que si me escuchas, un poco más allá del ruido, sabes que si lo haces estallas, porque somos magma caliente, porque somos el zumo de la naranja.
Llega el cello, me toma por la espalda, cierro los ojos, no hablo más. Magma.

viernes, 15 de agosto de 2008

La muerte de Don Salomón


Se abre una ventana, es un azul sin línea final, hay un punto que se cruza con el cielo, otro que se confunde con la tierra, azul es el nombre de lo que se agita.
Flotando sobre otro mundo, con montañas en el fondo, gigantes pepinos y toreros de sangre roja. Don Salomón es uno más de los habitantes del infinito gigante.
Todo comenzó la mañana en que la madre de Salomón le dijo que era momento de que el buscara su comida, que ya había hecho ella suficiente y ahora era tiempo de alimentar a sus hermanos. No llegó tan lejos, esa misma tarde un hambriento pescador la atrapó y la madre de Salomón terminó en la panza de Matías, mismo que esa mañana acababa de cortar su primer guayaba, ya era “lo suficientemente grandecito pá treparse al árbol y agarrarlas solito”, su mamá se lo había dicho mientras preparaba las verduras pál pescado que traería el viejo.
Salomón estaba hurgando en unas algas cuando le dieron la noticia, no pudo llorar, con tanta agua alrededor es difícil hacerlo.
La superficie es tentadora, la luz, los colores, como otro mundo, o el borde de su universo. Esa mañana había pepinos marinos por todos lados, era una danza de ballenas en un trozo de pacífico, Salomón se sentía emocionado, veía como esas gigantonas iban de un lado a otro cantando y echando chispas de agua por el lomo, y el se dijo – No es necesario que sea un pepino para poder hacer lo que ellas hacen, yo también puedo saltar, yo también cantaré, abriré un hoyo en mi lomo y bufaré a su lado, seré gigante- Salomón buscó por todo el océano algo con que hacerse su hueco en el lomo para bufar con sus nuevas mentoras, no había nada, incluso pidió ayuda a un pez espada – nomás el nombre- se dijo.
Y fue ahí cuando llegó la emoción, a lo lejos, en el borde dónde se confundían los colores lo vio, era hermoso y brillante, delgado y seductor, parecía perfecto para su operación. Salomón pegó carrera y nadó como si nunca en su vida lo hubiese hecho, como si cada escama fuese nueva, como si no hubiera mañana.
Abrió la boca para gritar de felicidad y en ese justo momento llegó, no hubo hueco en su lomo, ni siquiera lo tocó. Fue un segundo en que sintió como su mejilla era atravesada y jalada sin piedad. Don Salomón estaba confundido, no entendía porque ahora lo nadaban a la nada, le dolía, pero llegó a tal grado que dejó de sentirlo. Fueron unos segundos densos y largos, al inicio movía su cola para escapar, luego se dejó llevar.
Un golpe de aire, un sofoque infernal, eso había sentido su madre, eso había visto en su pesadilla secreta, ahora se retorcía en algo sin agua, quería saltar, sabía que atrás de esa madera estaba su vida de nuevo, no hubo tiempo, el aire llegó como lava a la Pompeya. Adiós mi buen Salomón.
El gigante enmudeció.

sábado, 2 de agosto de 2008

Carnaval


Sábado de carnaval. Preparo mis mejores vestidos, son de papel, me envuelvo en ellos y ahora soy un arlequín, estoy dispuesta a entrar en tus ojos.
Comienzan las trompetas y los tambores, es un baile de cafeteras, las piernas como listones, no puedes bailar, esto es un monólogo del movimiento.

“Mientras menos burros mas olotes”. Mientras menos gente mas espacio, más silencio, más eco en los pensamientos.
Exploro este lugar, lo hago a brincos para alcanzarlo por entero.
Una revolución en las entrañas. Necesito tocar el piso, para eso subo en caracol, llego hasta ese lugar que solo yo me conozco.
Una bocanada y aparece, majestuoso, colosal. Nos conocemos de siempre, lo siento tan mío, como apellido. Sabía que podía enamorarse de un infante, no pensé poder hacerlo de un anciano, un ancestro latente.

Otra bocanada y te viertes, quieres engañarme, juegas a que me tragas y yo juego a los quietecitos. Volteo para rascar mi espalda y ahí estás, cubierta de cielo, no eres más, nube, nube densa, nubes y neblina hacen el amor a mis pies.
Tengo que salir, tengo que correr, me están invitando, no puedo seguir aquí.
Comenzó el Guayabo, bailando con frenesí, lo siguió la Yaca, pobre apestosa, es el momento en que puede bailar con los demás, la lluvia apacigua los olores.
Corro hasta el fondo de mi selva, una hoja de plátano amortigua la furia de mis piernas, los limones saltan para jugar en la montaña de agua y tierra.
Comienza la sinfonía, los charcos explotan en mis talones, quiero quedarme aquí, quiero brincar toda la vida. No sé por que pero me doblo de risa, a lo lejos una ventana, estoy ahí, observándome, no sé que hago, y no puedo dejar de verme.
Entonces lo recuerdo, yo tenía frío y la cobija se había caído.


manzano

Canción de cuna. Yo no recuerdo la mía, pero la canto, abro la puerta suavemente, entro y mezo la cuna, ahí estoy, soy pequeña, un metro sería una eternidad. Estoy callada, con un sueño profundo, acaricio mi mejilla, despacio para no despertarme, huelo mi cabello, huele a bebé, antes, después de ser bebé amé ese olor.
Mis pies son pequeños, sabía que alguna vez fui un pie pequeño, los acaricio mientras balanceo mis piernas, pie a pie, vamos a caminar.
No puedo pensar en mi, solo me veo y quiero llorar, quiero abrazarme, cargarme, llevarme a una tina de plástico azul, poner agua caliente, de la que tenía ya en la estufa, y luego un chorrito de agua fría, el sonido del agua cuando las manos sirven de jícara es maravilloso, lavo mi espaldita, mucho jabón, mucha espuma.
Te doy un beso bebé, volteo a la ventana y de repente lo recuerdo…recuerdo cuando una mujer besó mi frente y cuando quise verle la cara se perdió en la ventana.