Mucho he dicho acerca de los años por venir, los sueños por cumplir, de los pisos por quebrar.
Y no, nada de ello me es suficiente. Acabo de lograrlo, lo tengo, casi en la palma de la mano pero no, no es lo que yo quería. Y jamás lo será. Condenado a flotar justo por encima de mi mano, ahí se quedará.
Siempre es algo más, otra cosa que sé bien, no llegará.
Ahora tengo este montón de espejos listos para rebotar. Como los ojos. Cuando cayeron y fueron unos más.
Tan cordial, tan cotidiano.
Me soy intolerable, detesto mi voz.
Cuando era niña el mundo giraba a mi derredor. Aún lo hace. Recuerdo pensar que la Luna me seguía etimológicamente, y que entonces yo tenía que llevarla por las calles más bonitas de toda la ciudad, y era un caminar pausado y tranquilo. Segura de que ella me cuidaría y yo sería su guía hasta el fin de mi tiempo. Poco a poco descubrí que era una puta y se iba con todos.
Después, con el paso del tiempo comencé a disfrutar mucho las peculiares mañanas en que volteaba al espejo de mi habitación y no sabía quien respondía. No me reconocía, no alcanzaba a conocerme siquiera. Hasta que llegó el día en que tuve que preguntar, saber si alguien más vivía algo parecido. No sé si mintieron, poco importa eso ahora. Solo sé que me sentí extraña, avergonzada y decidí dejarlo como el primero de mis secretos.
Yo solo quería saber quien era esa que estaba ahí.
Hoy me cuesta aún más.
Hay una voz que intuyo ajena, conocida, extraña. Esa que me persiguió como leopardo y reventó mis manos. Recuerdo las calles lentas, oscuras, distantes; las piernas temblaban sin control, los sonidos lejanos a la vez que agrietaron la pie. Tenía miedo, pánico, terror. Lo tenía y lo tengo aún.
Ya pasó y sé que puede volver.
-Duerme conmigo por favor- y ella se acostó.
-No te vayas- y el se quedó.
Al final de cuentas duermo sola, el nunca llegó. Busco ese hueco donde explotar, la cabeza pesa demasiado hoy, no recuerdo si me bañé o no. No recuerdo si lo besé o me besó.
No soy más la que comenzó estas líneas, iré donde se esconden las uñas, al final de las muelas, para cercenar lo que sea, para sentir algo, lo que sea.
Te penetraré de nuevo, será distinto, conoces la huella y te es necesaria. Las veces que sean para domar la mudez. Cuando lo escribo lo digo como mutes. No puedo evitarlo.
Y no, nada de ello me es suficiente. Acabo de lograrlo, lo tengo, casi en la palma de la mano pero no, no es lo que yo quería. Y jamás lo será. Condenado a flotar justo por encima de mi mano, ahí se quedará.
Siempre es algo más, otra cosa que sé bien, no llegará.
Ahora tengo este montón de espejos listos para rebotar. Como los ojos. Cuando cayeron y fueron unos más.
Tan cordial, tan cotidiano.
Me soy intolerable, detesto mi voz.
Cuando era niña el mundo giraba a mi derredor. Aún lo hace. Recuerdo pensar que la Luna me seguía etimológicamente, y que entonces yo tenía que llevarla por las calles más bonitas de toda la ciudad, y era un caminar pausado y tranquilo. Segura de que ella me cuidaría y yo sería su guía hasta el fin de mi tiempo. Poco a poco descubrí que era una puta y se iba con todos.
Después, con el paso del tiempo comencé a disfrutar mucho las peculiares mañanas en que volteaba al espejo de mi habitación y no sabía quien respondía. No me reconocía, no alcanzaba a conocerme siquiera. Hasta que llegó el día en que tuve que preguntar, saber si alguien más vivía algo parecido. No sé si mintieron, poco importa eso ahora. Solo sé que me sentí extraña, avergonzada y decidí dejarlo como el primero de mis secretos.
Yo solo quería saber quien era esa que estaba ahí.
Hoy me cuesta aún más.
Hay una voz que intuyo ajena, conocida, extraña. Esa que me persiguió como leopardo y reventó mis manos. Recuerdo las calles lentas, oscuras, distantes; las piernas temblaban sin control, los sonidos lejanos a la vez que agrietaron la pie. Tenía miedo, pánico, terror. Lo tenía y lo tengo aún.
Ya pasó y sé que puede volver.
-Duerme conmigo por favor- y ella se acostó.
-No te vayas- y el se quedó.
Al final de cuentas duermo sola, el nunca llegó. Busco ese hueco donde explotar, la cabeza pesa demasiado hoy, no recuerdo si me bañé o no. No recuerdo si lo besé o me besó.
No soy más la que comenzó estas líneas, iré donde se esconden las uñas, al final de las muelas, para cercenar lo que sea, para sentir algo, lo que sea.
Te penetraré de nuevo, será distinto, conoces la huella y te es necesaria. Las veces que sean para domar la mudez. Cuando lo escribo lo digo como mutes. No puedo evitarlo.
Cuando mude en mutes, cuando mute en mudez. Con m como una Mujer.