Quizá no sea demasiado tarde aún. Hace un minuto – menos – es que me di cuenta de lo que ha estacando la letra; el absurdo de pensar que se dirigen a dgegh. No, no van hacia dgegh, son mías. Una mujer en silencio son treinta revoluciones por estallar.
Es ahora que doy cuenta. Si, quizá y todavía tengo una esperanza y sea esta mi venganza.
He de tomar el nombre, he de salvarme al menos por hoy.
El asunto de la palabra esclaviza, por más que se busque no se llega a nada. Ahora lo veo tan claro que parece cierto.
Todo este tiempo revistiendo, entre líneas. Es mi nombre el que se devela.
No quiero verlo, no quiero escucharlo. Detesto la idea del último sonido en mi cabeza.
Por fin se han callado las voces, tengo que aprovechar y esconderme en la esquina de este salón, dejar que surja. Me estoy pariendo.
Por fin lo siento.
He desmembrado la mitad del cuerpo. Lo izquierdo. Que caiga entero, que se de al vacío, aquí ya no hay testigo.
Muda, suspendida en esta habitación.
Que se acerquen, que vean – morbosos como son- el cadáver que mitigaron.
Hoy es tiempo de hablar, no podrá parar.
Es mi nacimiento, puedo olerlo. Vierto la sangre de entre mis muslos, me convierto en algo duro, soy materia pura. Energía construyendo-me.
Soy.Fue un instante.
Los he dejado entrar.