Horrible espectáculo ante un espejo que perdía las esquinas -¿Quién es esa que me mira?- disimulo la sonrisa y descubro surcos que no son míos, esa otra mujer me ha cubierto entera, me ha dejado en ascuas.
Apenas si podía pronunciar una palabra, te reías y me asustaba. Me hice pequeña y grande un millón de veces bajo la mesa.
Dejé de pensar y entonces caía poco a poco.
Esa bella sensación de no querer nada más – cuando lo que se tiene por unas horas es todo y nada- dejé de escribir cuando lo tomé en serio.
Dejé de pintar cuando comenzó a salir bien.
Me dejo a la deriva cuando sé que mis pies son débiles.
Unas medias rotas bajo la cama son el único testigo de eso que pasó mientras no pasaba nada.
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