domingo, 15 de junio de 2008

Sin fines literarios



Anoche soñé que vivía en la Argentina, si y ya le digo “la” Argentina, porque así es como su gente le dice, y a mi me agrada que sea femenino su nombrar, porque últimamente lo femenino me llama.

Hoy vi una película argentina, que trata acerca de los presos políticos, que cosa tan espantosa. A veces cuando veo una película que comienza a ser dolorosa, trato de pensar en que son actores, de que existe un guión y que no le pasa nada a nadie, quizá sea un pensamiento muy infantil, pero a veces es necesario para aguantar la ficción.

¿Y por qué trato de aguantar la ficción? Ah pues porque lo real agobia, ahoga, la ficción te habla de lo real; y yo todo el tiempo pensaba –ah no, no pueden estar haciendo eso, no- y luego, conforme fue avanzando pensé – ¡coño! Esto no es nada comparado con lo que debieron haber hecho en la realidad- y entonces me aferraba más y más al pensamiento de que eran actores y que había una cámara apuntando más que una escopeta.

Y al final sacaron unas letritas con cada actor contando lo que había hecho después de escapar de esa casa de torturas, todos se fueron, todos escaparon a Europa, a unos les fue mejor que a otros.
Verídico, era una película de cosas que pasaron, no sé porque escribo de esto, no dejo de pensar en la tortura, en la piel.
Hay una escena en que van desnudos por la calle, tratando de que alguien los ayude, pero a mi me parecía como un baile, cuatro cuerpos desnudos danzando con miedo. Que terrible es el miedo.

Espero jamás perder el horror y asombro ante cosas tan infames, no soporto la idea del totalitarismo, no soporto la idea del silencio.

Su cara me era familiar, muy familiar.

Yo a veces siento que tiemblo de miedo, y entonces me sujeto a la ficción, para soportar lo real. Quiero sur, quiero sur y ya.

1 comentario:

Anónimo dijo...

véte ya.