miércoles, 12 de agosto de 2009

una sala de espera

Dos billetes y una cajetilla de cigarros. Hace cinco años que no echo ni una calada pero los traigo por si te apetece fumar.
Sentado bajo un enorme 23 veo como los aviones despegan y otros caen como pájaros heridos buscando refugio.
Hay una niña encantada con las esquinas de su caja nueva. La madre creyó haberle regalado una barbie pero en realidad lo que le dio fue una muñeca.
De repente los sonidos se mezclan y estamos en el medio de una gran sinfonía, hace falta algo en todo esto.
Ahí vienes, la sonrisa lacónica con que abordas mi mirada me ha desarmado desde aquel verano.
Apaciguo los mares y quito las bolsas, para que te sientes aquí, a mi lado. No es necesario pedírtelo, tu lugar siempre ha estado a mi lado.
La niña abandona su nuevo castillo y toma tu cabello, parece fascinada con la forma –quién mejor que yo para entenderla- tú la dejas y le dices un secreto al oído.
No puedo ser cómplice de esa nueva aventura, tomo tu pierna, para que recuerdes que estoy aquí.
Volteas, tomas mi mano, es cálido tu tacto, aún traes el cobijo del café entre los dedos.
Cada vez que te digo gracias por un café, por pasarme la pimienta, por darme las monedas que dejé en el asiento… te digo eso que no necesita eco.

2 comentarios:

elena dijo...

bellísimo

Firenze dijo...

pero qué bonito es ésto.


turtle