Me llama mucho la atención ver a los vaqueros, o no sé cómo se les diga, pero a los señores del campo, que andan ahí con su burro, montados en el caballo y con un perro al lado, generalmente el perro trae la lengua de fuera y la cola mueve y mueve de un lado para el otro.
Hoy pasó otra vez uno de esos hombres, primero vi el caballo, luego salté al sombrero del hombre y su diente brillante, seguí por el chucho con la lengua de fuera y ya que me dirigía al burrito mis ojos se abrieron como un par de ventanas y que le veo las patas. Eran de zebra. No lo podía creer, entonces me empecé a reír, y el señor se reía todavía más. Acérquese, tóquelo pa que no me le haga mal de ojo. Nomás que es medio bravo, todavía no está mansito. Lo acaricié y se quedó quietecito, como si nos conociéramos de rato. ¿Es zebra con burro?. Eso mero, me lo acaban de traer. Ah, está bien bonito oiga. Gracias, si, está muy bonito. Y se fue lento con su caballo, su perro y ese burro-zebra precioso de patas mágicas.
Que le vaya bien, a usted también.
Regresé a mi congelador personal, a jugar con el que se quiere morir mientras se tumba de la risa con el burrito zapatista que acompaña mi computadora. Oiga ¿cómo le hago el cuello? ¿recuerdas mi nombre? Si, ……. Ah pues me puedes decir así si quieres. Ah si, me gusta más, cómo le hago el cuello ……
Vuelvo a mis teléfonos, el internet, los coches, el asfalto. De vez en cuando ( cada vez más ) salto a los edificios y trenes. De repente me voy para la montaña. Salto de uno a otro, para ver en cual de todos soy eso que se guarda constante.
Porque anoche acampé en su azotea, con la fogata más inmensa y dolorosa de la tierra. En las mañanas me arrullo entre carreteras, me dejo llevar por sus ruedas. Sueño que está ahí, le invito a mi lado, se sienta y sonríe. Entonces se desborda como una presa sin castores todo esto que me recorre enterita. Cuando en el ovillo besaba mis manos, porque era hermoso parirse sin dejar de ser lo que fui.
Ahora sé que nunca dejé de ser capaz, nomás tenía que dármelo primero. Y ahora si…¡que nos agarren confesados!
Porque cuando el río suena…es que agua lleva. Y yo, yo soy una presa sin castores, lista para volar.
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