miércoles, 27 de agosto de 2008

Buenas costumbres


Pentagrama casi visible para la letra. Una desesperación por escribir. Y todo comienza así, al inicio uno cree escribir ¡Iluso! Si lo tomas con la seriedad que merece y osas entregarte a la palabra he de advertirte lo que ella hará contigo. Buscarás cual frenético animal algo, lo que sea. Tu propia piel si es necesario. Verlo, decírtelo. Necesitas que la idea se escurra y te lleve, es ella la que te da vida, la que te crea. Peligrosa es la letra. ¿Las has visto pintadas en tu pared? ¿Las reconoces?
Anoche me envolví en las suyas, dejé que me tomara como hoy espero te dejes tomar tu. Y temblé, el terror crispó mi piel. –No leas, déjalo ahí- lo cerraba y a los tres segundos me volvía a tomar.
Voy tachando mis letras, pentagrama visible sobre palabra sepultada. Hay momentos que siento como se fuga la locura en la punta de esta pluma, o quizá se manifieste. Me fugo yo, me presento entre letras, me soy con la dureza que se son los insectos.
Una vitrina para esconderme ¿Y si esto terminara? Si pasáramos al pabellón discreto, las nalgas al aire sobre todos los huecos. Animales repugnantes que disfrazan su pudor. ¡Oda a la vida! Revienta tus ropas y veme a la cara, tus ojos postrados en los ajenos. Estamos tomados de manos y hombros, los sexos no son mas que una insinuación.
Quita tu prenda y rompe la del vecino.
Carne y piel. Somos tan distintos que se nos juega a iguales. Sexos cubiertos de añejos pudores.
Veo esto: veo dos hombres y una mujer. Hablan, sonríen, se tocan. Ella insinúa su piel, ellos simulan no atención. Ahora los veo ahí, desnudos, seguramente no se acercarían tanto, o quizá se acercarían del todo, de todo lo que la piel permita.
Animales con palabras.

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