miércoles, 17 de septiembre de 2008

Carne


Estos espacios que ahora resultan tan conocidos, tan familiares.
Esos árboles que susurran lo añejo.
Somos el espacio, el espacio nos dignifica, define lo que erramos y constituye lo que desertamos.

Un pasaje continuo, la certeza del día siguiente, el día siguiente en un lugar, en un horario.
¿Cuántos años habrá podido soportar el hombre sin el tiempo?
Horarios, secuelas, recursos, miedos.

No estamos aislados, incluso en soledad, el otro representa el vacío.

Si he de tratar la sinceridad podría asumirla justo en el filo de la cordura, donde se combina lo esperado con lo obtenido, lo deseado con lo soñado.

Escucho pasos y volteo al encuentro, no, no es para mi. Me volteo de nuevo.
Que alguien me salude, que alguien me nombre, me de existencia.
No hay nadie, como una adicta, me envuelvo en las conversaciones, esas que no se dirigen a mí, soñando con que estoy en ellas, soñando bien despierta, lo despierta suficiente para que duela, para que hiera.
No soy nadie frente a ti, una más que se sienta por ahí.
Tú lo eres todo para mí, anulándome frente a tu silencio, me evoco una vida, un recoveco.

Si me preguntas mi nombre, si es que te dignas a preguntarlo, no podría responderte.
Te imagino preguntándome, los imagino a todos, nadie lo hace, yo solo imagino.

Siento que algo cala en la espalda, siento que no te importa.

Piedra y tierra, esa debería ser la constitución del hombre, para destruirla, para removerla.

No, el hombre es de carne y la carne suda, sangra, se quema, se degrada, pero está, siempre está, hasta ese dulce instante en que se quiebra y no responde más, ese dulce momento en que deja su función y pasa a la estática, no es más, se evapora frente los insectos.
Eso si tengo, carne, mucha para violentar.

Veo un viejo con su café, fumándose un cigarrillo, sueño que lo fuma por mí, en memoria de mi, nada de eso, fuma por que así lo quiere.
Tanto es el tiempo que he pasado deseando que esa mirada sea para mí, que ese llanto sea por mí, que los gritos me evoquen, que los silencios me añoren.
Nada, mi imaginación y nada más.

Pero bueno, al menos me quito los pelos de la lengua, esa degradada y perforada lengua; me los quito para mostrarte, aunque no te importe, aunque no lo veas, eso que no soy más.

Te acabo de hablar, me adueñe de tu fuego, un instante nada más, pero fue mío.
Viejo amigo de mis sentidos, te he visto, te he olido, te he buscado, he escuchado como acurrucas a tu mujer, la acurrucas a la distancia, con tus palabras, con tu ternura; no es para mi, no la quiero, no necesito nada ya.

El humo te va calando, te rascas la garganta, voy notando todo y tú, por supuesto, no tocas nada.

Somos muchas escribiendo aquí, no soy yo, ni es ella, tal vez sea él, no se bien a bien que es lo que teclea estas líneas, no sé si me interese conocerlo. Bendita ignorancia.

Ahora ríes. No es por mí.



2 comentarios:

Mani dijo...

"No soy nadie frente a ti, una más que se sienta por ahí" esa sensación me resulta frustrante, a veces increible.

Selunatika dijo...

tan cotidiana es verdad?