viernes, 26 de septiembre de 2008

Fuga


Anoche tuvo una pesadilla terrible, era su casa, otra casa, algo se celebraba, su cumpleaños quizá. Ella tocaba un piano de cola hermoso y era buena, muy buena. Tocaba para si, pero el, como buen engreído que es creyó que tocaba para que se acercara y así lo hizo. Sentado a su lado comenzó a embarrar los torpes dedos en su música, estrujo las notas como si fuesen suyas, siempre las creyó así. Y en el banquillo de los acusados la imputó de amarle, la tomó por el cuello y besó como si aún sintiese nada, metió los dedos por su garganta y bombeó su corazón, lo obligó a latir, a recordar. Terror disfrazado de ensueño, borró el tiempo y trajo el hoy, fue entonces cuando apareció ella. Ella la de encías gigantescas, ella la de cabellos oscuros, ella tan blanca como tus pecados, ella tan puta como tu miseria. Se acomodó entre los dos y él la dejó entrar, la tomó por igual como si sus labios fuesen simples semillas a repartir, y ahí se dio entre dientes podridos, dio pedazos de si, asquerosos y añejos trozos de fatuo.
Corre, corre y sal por la puerta, no puedes seguir aquí, algo quema por dentro, hablar es imposible la lengua ha traicionado, el cabrón la despedazó. Corre por que si no te quedarás petrificada cual estatua de recuerdo, como el pasado pontificado en reflejo. Las escaleras se cimbran a tu paso, la tierra se abre, pierdes la fuerza, te van a tragar. Por primera ves no lo quieres tras de ti, por esta vez es el irte lejos lo que buscas, una lacónica soledad es lo que persigues, si te llama volteas, es un dardo que conoce perfectamente el blanco, se ha postrado cuantas veces ha querido, esta vez no, esta vez te vas derecho, tus oídos se zurcen, tus labios mutilados, no hay lengua que sostenga palabra alguna.
Abatió las nostalgias y se fugó al horizonte, allá donde la tierra se confunde con el cielo, allá donde la montaña cubre todo el fuego.
El sigue esperando en el piano que las notas cobren vida, sigue pensando en ojos encendidos por ímpetus compartidos. Nada más funesto que los veintes a destiempo, ya han bailado, conocen los pasos… los pasos los guardan ellos.

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