Ayer fue mía, casi completamente. Quise explorar la jungla que habita a mis pies, el me acompañó, lo hace cauteloso y en silencio, sé que está a un par de metros míos, tengo la condenada tentación de correr hacia el y dejar mi ruta, pero no, el no quiere eso, el solo me quiere observar ahí atracito, sin ruido, si me paro se para, si corro corre, si me siento se espera, no está para ser conmigo, es solo un testigo.
Mi calle la juega suya, mis pasos su mapa, no para estar, solo para ser.
Hoy fue mía de nuevo, me fui directito a Puebla, ya había ido con la maestra, cobraron facciones, viajé bien lejos, hasta la revolución y después. Los tranzas siguen siendo tranzas, las putas siguen siendo putas, pero no todo esta caótico, hay pasiones, hay orquestas, hay chelo y camisas desabotonadas. La pasión y furia con movimiento sigue en algunos ojos, cuando me topo con ellos no puedo dejar de verlos, dónde más me gusta toparlos es en el espejo.
Hoy los encontré y no puedo esconderme, me persiguen como tlacuaches, ahí vienen, quieren que los voltee y me coma la furia, tengo que correr, ya no aguanta la silla, ya no aguantan mis pies, ahora corro por todos lados, brinco entre los árboles, se acabó la expectación, me fue útil, he de confesarlo, pero ahora camino como si supiera a dónde quiero llegar, y eso no lo sé, Kavafis me dio alguna idea, creo en su Itaca, la llevo como bandera, será la mía en todo caso, será tu Sierra.
Y entonces cada aruño me parece tan pequeño, hay lugares que te escupen recuerdos, pero ni esos son ya, no son intactos, nada lo es, ¿Cuáles son las ganas entonces?
De nuevos lugares, de nuevos arañazos, de nuevos elotes en la plaza. Todos los libros que me faltan por devorar, a veces creo que no he leído nada, absolutamente nada y eso me da una sed, porque lo que he leído ha sido suficiente para clavarse como una de las mejores adicciones por las que he pasado. Por eso no me gusta como escribo, porque aún no escribo como he leído. Porque soy mucho más lectora que escritora, porque gozo del devorar a los otros, de masticarlos noches enteras y rumiarlos hasta que me resulten conocidos. Jamás.
Los míos los abrazo con cuidado, para que sientan mi cariño, para que cada olor que despidan me guarde como su costumbre, porque son millones los que se me presentan, porque soy infinita ante ellos, y solo las tijerillas me acompañan, solo ellas entran, su casa es mi cabeza, vamos por un ezquite.
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