Es un segundo, una fracción de instante en que te crees capaz de transgredir lo que te venga en gana. No, no violentas nada ni a nadie, solo tu respiración, lo que te hace callar y permanecer como una estatua, porque si te mueves te rompes. Todos los pedazos que sabes tienes a punto de estallar, ahí estático, que no se muevan, que tiemblen porque se termina todo. No puedes pensar en que quizá justo ahí es que comience, cual fénix. Simulacros bien acomodados, horarios específicos, rubras repletas de vacío. Pasas de una a otra, de voz en voz, no hay nada, escuchas sonidos de ave, no hay nada que te atrape. Los planes son interminables, el viaje no ha comenzado y tus maletas pesan ya. Los cajones desiertos, las caderas frías. Hace tanto que te fuiste que cuesta recordar el momento de la despedida. No tuviste los cojones para decir adiós, no te quieres despedir de lo seguro, no quieres desarraigar lo esperado. Pues he aquí una noticia, no, no tienes nada seguro, no tienes ni un pedazo de piel contado, eres tan volátil como estas palabras que se pierden en sonido. Son ya tan distintos, uno justo arriba del otro, por orden de aparición, así también se han retirado. Todos tienen prisa, la fatiga que llega y arrebata los alientos de la mañana. No son tan terribles después de todo. Tengo el poder de parar el ruido y comenzar el tiempo, una inyección de fluido rosa puede hacer cada parpadear más ligero. Lo recuerdo, era algo casi indispensable, y ese casi es el que me tiene aquí recordando que solo fue un hueco. Un estornudo de momentos –salud-.
Salud para los pasos firmes, ¡Salud! por el encuentro. -Salud, que Jesús te ayude- así recita la oración.
No es nada grave, solo fue un resfriado. Gracias doctor, puedo volver a descansar.
Salud para los pasos firmes, ¡Salud! por el encuentro. -Salud, que Jesús te ayude- así recita la oración.
No es nada grave, solo fue un resfriado. Gracias doctor, puedo volver a descansar.
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